Haití. Cuando la naturaleza se revuelve con tal ira y se ensaña con las poblaciones que ya arrastran una historia de miseria e injusticias, el planeta vuelve a preguntarse dónde está Dios… Aun así, es difícil entregarse al ateísmo. Los haitianos del mundo todavía prefieren pensar en un dios que les da la ilusión de que hay un orden y, sobre todo, una opción de otra vida. Para salvar esa última esperanza aceptan un amo que los maltrata más allá de lo pensable.
El mundo se estremece ante la tragedia ocurrida en Haití, pero lo cierto es que más de un millón de terremotos sacuden anualmente el planeta, algunos tan nimios que sólo son registrados por los instrumentos. Cada año se contabilizan entre 50 y 60 volcanes activos, auténticas gargantas profundas al interior de la Tierra. Los grandes desastres naturales, como huracanes, maremotos, erupciones volcánicas, inundaciones y seísmos llevan matando a seres humanos desde tiempos inmemoriales. En los últimos cien años, los terremotos se han llevado la vida de más de un millón de personas, mientras que los desbordamientos de los ríos se han cobrado nueve millones de almas. Los huracanes y ciclones son particularmente letales y matan rápidamente. La energía que pueden desencadenar en un solo día –se han llegado a medir ráfagas que superan los 320 kilómetros por hora– equivale a 500.000 bombas atómicas como la que se arrojó sobre Nagasaki. Las cifras no son sólo estadística; hablan de una relación que los seres humanos venimos estableciendo con los dioses de la destrucción, los cuales deciden cuándo y cómo la desgracia se abatirá sobre nuestras cabezas. Sin embargo, las muertes se concentran en un 95% de los casos en los países del Tercer Mundo. ¿Casualidad? A largo plazo, la perspectiva de este hecho deprimente cobra un giro inesperado cuando se investigan las razones. “Si observas las zonas que son volcánicamente más activas, descubrirás que son las que poseen el suelo más fértil”, asegura Leslie Newson, escritora y doctora en Psicología por la Universidad de Exeter en Reino Unido. “Toda esa cantidad de cenizas y lavas que los volcanes escupen a la atmósfera están repletas de nutrientes que regeneran los suelos. Por tanto, no es casualidad que los volcanes activos y los terremotos ocurran en zonas bastante ocupadas. La gente acude allí a cultivar esos magníficos suelos, mantener a su familia, tener hijos, pero se colocan en una situación de riesgo. A largo plazo, el ser humano sale ganando”.
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“Los estruendos de la erupción del Tambora, la más letal de la historia, se oyeron a 1.400 kilómetros. La cultura tambora desapareció sepultada en ceniza”“De pronto, el mundo mira lo que no quiso ver por tanto tiempo. La muerte sirve cuando es súbita, bruta; la muerte lenta no da bien en las fotos”
“En 1976, 16 segundos fatídicos sacudieron la vida de la ciudad china de Tangshan. Las autoridades contabilizaron 242.000 muertos. Quizá fueron el doble”
Newson es autora de documentales para la televisión de la BBC y varios libros, entre ellos, un atlas sobre desastres naturales (Devastation!Dorling Kindersley). Vierte gotas de optimismo entre tanto dramatismo y muerte. Los terremotos “forman parte de la presión que levanta montañas, cuya erosión arrastra nutrientes para fertilizar los valles”. Las inundaciones tienen también este efecto regenerador de suelos, al rellenar las llanuras de inundación de los ríos. Además, con cada catástrofe, los medios de comunicación proyectan un impacto emocional positivo, algo comprobado en Haití. “Gracias a la televisión, comprendes que ellos son como nosotros. Puedes ver sus esperanzas, su tristeza y miedo. Cuando los medios de comunicación nos traen esos desastres logran que nuestra humanidad traspase las fronteras locales”. Newson cita el terremoto de Armenia ocurrido en 1988, que dejó 25.000 víctimas mortales y destruyó la ciudad de Spitak. El líder ruso, Mijaíl Gorbachov, estaba visitando Estados Unidos en un ambiente donde aún persistía la guerra fría, e interrumpió su viaje para volar al lugar de los hechos. “Todos los periodistas que cubrían su gira le siguieron hasta Armenia con sus cámaras de televisión”. El mundo occidental pudo ver en directo el sufrimiento de los armenios. Gorbachov pidió ayuda humanitaria a los norteamericanos –algo que no se producía desde el final de la II Guerra Mundial– y eso “terminó con la guerra fría”. La imagen de Rusia como el imperio del mal cayó hecha pedazos. “En la década de los ochenta, los americanos creían que los rusos tenían cuernos. El terremoto cambió la manera en que veían a los rusos”.
Lo que sigue es una recopilación de los 10 desastres más letales ocurridos en la historia moderna.
1 Terremoto de Lisboa
1755. 100.000 muertos.
Día de Todos los Santos, 1 de noviembre, nueve y media de la mañana. El caos se abate sobre Lisboa. El temblor, de 8,7 grados, se hace sentir durante 10 terroríficos minutos. El epicentro ocurre a unos 200 kilómetros del Cabo de San Vicente, en el Atlántico. La belleza de una de las ciudades más bonitas queda borrada. “El terremoto hizo que la gente cuestionase a la propia Iglesia católica”, dice Newson. “Mucha gente estaba reunida en las catedrales cuando llegó el seísmo y fueron destruidas. ¿Como podía Dios organizar algo así, el día de honrar a los muertos?”.
2 Huracán de San Calixto
1780. Caribe. 27.500 víctimas.
Con vientos de más de 321 kilómetros por hora, el Gran Huracán de 1870 o San Calixto II sigue siendo el más poderoso y letal. Arrasó el Caribe (Antillas Holandesas, Islas de Martinica, Santa Lucía, San Eustaquio y Barbados) entre el 9 y el 20 de octubre de 1780. Los testigos hablan de daños “que no se pueden escribir con una pluma”, según documentos de la Universidad holandesa de Leiden, como si se uniera el “tiempo espantoso de los truenos, rayos, vientos y lluvias”. En la retina de la memoria reciente queda el huracán Mitch, que asoló Centroamérica en 1998 y dejó 18.000 víctimas.
3 Erupción del Tambora
1815. Indonesia. Más de 90.000 víctimas.
Entre el 10 y el 11 de abril, el volcán Tambora, de la isla de Sumbawa, explotó, lanzando a la atmósfera 50 kilómetros cúbicos de magma y cenizas. Los estruendos se oyeron a 1.400 kilómetros: la erupción más letal de la historia. La cultura local, el pueblo de Tambora, desapareció sepultada entre ceniza. Y esa misma ceniza hizo que la temperatura de la Tierra bajara tres grados. En 1816 Europa conoció un “año sin verano”, algo que pudo inspirar a la escritora Mary Shelley para realizar su obra maestra, Frankenstein, dice Newson. “Shelley y sus amigos se fueron a Suiza de vacaciones. Pensaban pasar el tiempo fuera, pero debido a la erupción del Tambora, llovió todo el tiempo, decidieron escribir y leer historias, y ella compuso Frankenstein”.
Hay otras erupciones terribles. El volcán de la isla indonesia de Krakatoa estalló en agosto de 1883, provocando maremotos que mataron a 36.000 personas. El monte Pelée, en 1902, en Martinica, mató a 29.000 personas, y en 1985, el volcán Nevado del Ruiz, en Colombia, arrojó toneladas de lodo de un glaciar y sepultó a 25.000 personas en Armero.
4 Terremoto de Tokio
1923. Más de 142.000 víctimas.
1 de septiembre. El seísmo que afectó a Tokio y el área de Yokohama originó incendios que quemaron 381.000 viviendas, matando a un número altísimo de personas y originando riadas de refugiados. Una elevación de dos metros en el fondo marino de la bahía de Sagami originó olas de maremoto de hasta 12 metros. La magnitud del temblor fue de 7,9 grados en la escala de Richter. Los distritos industriales y de negocios quedaron reducidos a escombros.
5 Inundación del río Amarillo
1931. China. Entre 3,7 y 4 millones de muertos.
Tras dos años de sequía, las lluvias torrenciales de julio causaron un desbordamiento del río Amarillo el 18 de agosto que anegó pueblos y asentamientos urbanos. Se ahogaron unas 300.000 personas, se inundó una zona de 1.300 kilómetros cuadrados, y la ruina de las cosechas, la falta de arroz y las epidemias acabaron a la postre con casi cuatro millones de almas, especialmente en las ciudades de Nanjing y Wuhan. Newson sugiere que el río facilitó una infección de peste bubónica a través de las ratas.
6 Terremoto de Perú
1970. Entre 30.000 y 50.000 muertes.
El 31 de mayo, domingo, un formidable seísmo de 7,9 grados se produjo a unos 35 kilómetros al oeste de Chimbite, un pueblo pesquero. El terremoto desencadenó una formidable avalancha de hielo desprendida de la cumbre del nevado Huascarán; millones de toneladas de hielo y rocas siguieron el cauce de la quebrada y sepultaron el pueblo de Yungay. Los testigos afirman que la ola de barro alcanzó los 60 metros de altura. De 20.000 habitantes, apenas se salvaron 400.
7 Ciclón Bhola
1970. Pakistán Este. 500.000 muertos.
El Centro Nacional de Huracanes en Coral Gables (Florida, EE UU) lo calificó como el ciclón más mortífero de la historia. Aparte de las vidas humanas, las pérdidas fueron aterradoras: 400.000 casas, 280.000 vacas, 90.000 barcas de pesca… El ciclón irrumpió el 12 de noviembre en Pakistán Este (hoy Bangladesh) con ráfagas de hasta 222 kilómetros por hora. Poco después, la oposición política ganaría las elecciones por el descontento popular de la gestión gubernamental de la crisis. Tras una guerra civil, esa región se convertiría en Bangladesh un año después.
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